Primero, España vive una fiesta presupuestaria, aumentando la presión fiscal, reventando el déficit, para terminar con un crecimiento mediocre.
Segundo, se está intentando callar las voces discrepantes, y se oculta la información. Sólo se escucha a los obsecuentes. Todo bajo el manto de las buenas intenciones, de las que está empedrado el camino al infierno (llámese Venezuela o Cuba).
Que buena frase:Sin embargo, cuestionar y criticar al gobierno es cada vez más perjudicial personal y profesionalmente, y no era así con Aznar, González, Zapatero o Rajoy. Exigir y criticar al poder político debería ser una obligación, no un estigma. Lo que debería ser una discusión enriquecedora se está convirtiendo en la anticultura de la cancelación y la destrucción de personalidad para evitar que los ciudadanos escuchen otras opiniones.
El consenso impuesto es la mediocridad del que piensa que en un campo de vacas lo que importa es el ruido que hacen los grillos, citando a Churchill.